
Por: Angélica Hernández Guerrero
Dirección de Análisis e Indicadores Ambientales. Dirección General de Estadística e Información Ambiental. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. angelica.guerrero@semarnat.gob.mx
Los ecosistemas han sido alterados por los seres humanos desde que los primeros homínidos comenzaron a aprovechar los recursos naturales para satisfacer sus necesidades de alimentación y materiales. Sin embargo, el impacto de las actividades antropogénicas en el ambiente se intensificó a partir de las revoluciones agrícola e industrial (ver texto “Hacia el equilibrio sociedad-naturaleza” publicado en Nexos por la SCME https://medioambiente.nexos.com.mx/?p=1664).
Ambos procesos, el primero con un origen que data de hace aproximadamente 10 000 años y el otro con poco más de 200 años, permitieron pasar de una simple apropiación de la naturaleza a una de producción que involucró nuevos métodos y herramientas más eficaces para explotar grandes extensiones de tierra para actividades agropecuarias, industriales, turísticas y el transporte de personas y materiales. Estas actividades, además del uso de máquinas para la extracción masiva de minerales y fuentes de energía, han dejado gradualmente una huella que en la actualidad se refleja en la integridad de los ecosistemas a nivel mundial.
Gracias al desarrollo de tecnologías satelitales, desde hace algunas décadas, se han desarrollado métodos de análisis que permiten evaluar la superficie del planeta que ha sido afectada por actividades humanas. Particularmente, dentro de la ecología humana y del paisaje, se utilizan métodos de teledetección y de ciencia de la información geográfica (SIG) para estudiar la relación entre las sociedades humanas y su entorno biofísico.
Los modelos espacialmente explícitos permiten expandir las escalas espacio-temporales de los análisis de la condición de los ecosistemas. Un método basado en información de tipo geoespacial que permite evaluar el impacto de las actividades antropogénicas en ambientes terrestres es el de la “huella humana” (HH), definida como la transformación de los ambientes físicos y de los ecosistemas que sostienen por efecto de las actividades humanas (Theobald, 2013).
Sanders y colaboradores (2002) evaluaron el impacto de las actividades humanas, en particular la densidad poblacional, el cambio de uso del suelo y la infraestructura eléctrica. A partir de ese trabajo de se han desarrollado otras evaluaciones, todas ellas con el supuesto de que el impacto de las actividades antropogénicas sobre el ambiente es resultado del tipo de actividad que se realiza, de la superficie que ocupa y de la acumulación de actividades que se tenga en ella a través del tiempo (González-Abraham et al., 2015).
El número de variables que se incluyen en estas evaluaciones se ha ido incrementando conforme lo hace la cantidad y calidad de información ambiental espacial disponible en los países. Por ejemplo, Venter y colaboradores (2016), adicionaron en un modelo de HH factores como la iluminación nocturna, vías férreas, caminos y vías navegables. De acuerdo su análisis, en 2009 alrededor del 75% de la superficie terrestre mostraba algún grado de impacto por el hombre (Figura 1a) y, en algunas regiones, en 16 años el impacto humano se había reducido ligeramente (Figura 1b).

En la DGEIA de la Semarnat se realizó una estimación de la HH en México. Esta estimación incluyó información espacial de libre acceso de actividades productivas, entre ellas la agricultura, ganadería, acuicultura, plantaciones forestales o minería a cielo abierto, la presencia de zonas urbanas, industriales y de infraestructura (vías de comunicación, presas, aeropuertos, canales, líneas de transmisión eléctrica y sitios de disposición de residuos sólidos, entre otras). El ejercicio para el país estimó que en 2011, 53.3 % del país aún tenía superficie significativamente sin transformar, aunque poco más del 25% de la superficie nacional tenía niveles altos o muy altos de presencia de actividades humanas (Figura 2).

Estos modelos muestran como la ciencia de datos aplicada al campo de conocimiento de los ecólogos permitirá identificar los fenómenos que impactan a los ecosistemas cada vez a escalas más finas; conocimiento que puede ser aplicable en la planificación del territorio y la conservación de la naturaleza.
Referencias
- González-Abraham, C., E. Ezcurra, P. P. Garcillán, A. Ortega-Rubio, M. Kolb y J. E. Bezaury C. The human footprint in Mexico: physical geography and historical legacies. PLoS ONE 10(3). 2015.
- Theobald, D. M. A general model to quantify ecological integrity for landscape assessments and US application. Landscape Ecology 28: 1859–1874. 2013
- Venter, O. et al. Sixteen years of change in the global terrestrial human footprint and implications for biodiversity conservation. Nature Communications. DOI: 10.1038/ncomms12558. 2016.
Reseña de la autora

Angélica Hernández. Bióloga por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestra en Ciencias por el Instituto de Ecología y candidata a Doctora por el Instituto de Biología, ambos de la UNAM. Ha sido profesora en dicha universidad en las carreras de Biología y Ciencias de la Tierra, así como profesora invitada en el curso de posgrado sobre Sistemas de Información Geográfica del Instituto de Geofísica. Actualmente es Jefa de Departamento en la Dirección de Estadísticas e Información Ambiental de la Semarnat, en donde realiza análisis tabulares y espaciales, informes ambientales, así como la actualización y el seguimiento de diversos indicadores nacionales e internacionales. A la par de su formación profesional ha estado interesada en la divulgación de la ciencia y en la comunicación del conocimiento científico a la sociedad. Por ello, ha escrito tres libros sobre Biología y Ecología y Medio Ambiente para Bachillerato y ha colaborado en instituciones de divulgación como el museo de las ciencias Universumy el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE), entre otras instituciones.