
Por: Miguel E. Equihua Zamora
Instituto de Ecología, AC.
La Tierra tiene una capacidad finita de ofrecer recursos a la humanidad. Aún los recursos que obtenemos de plantas y animales, potencialmente renovables, son dinámicamente limitados. Es decir, su reposición impone tasas finitas de aprovechamiento y además se requiere mantener existencias mínimas. También hemos aprendido que los procesos ecológicos que sustentan la dinámica de las poblaciones son delicados. Comprender esto ha generado un creciente interés por un manejo prudente, eficiente, equitativo y justo de los ecosistemas naturales, sus recursos y sus procesos funcionales en la búsqueda de un “bienestar sustentable” (Fig. 1).Así surgen iniciativas globales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Los ecosistemas son el cimiento de todas las actividades humanas, por los bienes y servicios que proveen. Son patrimonio de las generaciones presentes y futuras.

Fig. 1. La sustentabilidad vista como una búsqueda que aspira a construir un bienestar sustentable. Fuente:Traducido de Costanza, R. (2020). Ecological economics in 2049: Getting beyond the argument culture to the world we all want. Ecological Economics, 168, 106484.
Aunque desde principios del siglo XX ya Leopold reconocía en la responsabilidad de preservar la integridad de la naturaleza un principio ético, hasta ahora, no se ha logrado desarrollar una metodología para la evaluación de la condición de los ecosistemas que sea aceptada en forma amplia (Wurtzebach and Schultz 2016). La falta de esta capacidad técnica explica en gran parte que su uso no se haya implementado en la mayoría de los países. Desde hace algunos años y ahora a través de la iniciativa “Integralidad Gamma” proponemos que el concepto de “integridad ecosistémica” puede utilizarse para construir una forma de evaluación mediante métodos de ciencia de datos y aprendizaje de máquinas.
Vivimos en un contexto que ha incrementado ampliamente la capacidad humana de producir datos ambientales (probablemente a nivel de “big data”). El desarrollo tecnológico hace posible no sólo recolectarlos sino analizarlos bajo nuevos paradigmas para abordar los problemas que actualmente enfrentamos en la interacción entre los seres humanos y los ecosistemas (Equihua et al. 2020). Una problemática central es el tratamiento de ecosistemas como externos a la economía, cuando son la base de esta, fuente originaria de insumos y beneficios directos a la humanidad. Está claro que los esfuerzos para incluirlos como base para la toma de decisiones sobre su manejo y la conservación no han sido suficientes, en parte por falta de estimaciones de su condición. México ha producido conjuntos de datos que se pueden considerar big data, como son el Inventario Nacional Forestal y de Suelos (INFyS), el Sistema Nacional de Información de Biodiversidad (SNIB) y el Sistema Nacional de Monitoreo sobre Biodiversidad (SNMB). Éstos, en combinación con imágenes de satélite de libre acceso (p.ej. MODIS, Landsat, Sentinel 1 y 2) pueden ser utilizados progresivamente para evaluar la condición de los ecosistemas en el país.
La integridad ecosistémica emerge del efecto de factores naturales y antropogénicos que operan concurrentemente sobre los ecosistemas. Sin embargo, para mejorar la claridad en i-Gamma seguimos una estrategia analítica que separa los procesos. Los modelamos utilizando redes bayesianas aprovechando su capacidad modular de influencia. Así, seguimos un enfoque que podríamos llamar “orientado a objetos”. De aquí que, desarrollamos un modelo que nos permite estimar la condición en la cual se encuentran los ecosistemas, considerando que un referente de ausencia de intervenciones humanas lleva a los ecosistemas a tener un índice de integridad de 100%.
Este modelo lo hemos organizado a partir de tres capas de datos y un marco conceptual basado en un patrón genérico de influencias (contextual, instrumental y emergente, véase la Fig. 2). Lo hemos implementado mediante un enfoque bayesiano con el que combinamos datos in situ (del inventario Nacional Forestal y de Suelos: INFyS) y de percepción remota para estimar la integridad de ecosistemas terrestres en México a una resolución espacial de 250 m.

Fig. 2 Integración del modelo de tres capas de la integridad ecosistémica. Fuente: diseño original del proyecto i-Gamma.
La solución que hemos desarrollados permite disponer de datos fidedignos, oportunos y con relevancia local sobre la condición de los ecosistemas terrestres del país. Esta representación del entorno natural se puede asociar con las actividades humanas como inductoras del cambio. Ahora estamos buscando la sensibilización de actores clave de los distintos sectores (social, empresarial y gubernamental) en torno al potencial de utilizar esta información en el diseño de estrategias que permitan el tránsito hacia una sociedad ambiental, cultural y económicamente sustentable (Embery 2013). Vemos que hacer medible el estado de los ecosistemas favorece el crecimiento de una conciencia socioecosistémica que da cause a nuestro accionar y fortalece nuestra convicción de la importancia de lograr que los datos sobre el desempeño social y ecológico sean accesibles sin restricciones. También participamos en la iniciativa piloto de la ONU que está explorando opciones para una nueva contabilidad económica basada en ecosistemas, el proyecto SEEA [1],[2].
Agradezco el apoyo a “Integralidad Gamma” proyecto (i-Gamma) proporcionado por el fondo FORDECyT de CONACyT, México bajo el número de subvención 296842.
Referencias
Embery, J. 2013. Two birds with one stone: enhancing education for sustainable development and employability. In: Enhancing education for sustainable development in business and management, hospitality, leisure, marketing, tourisme. Chapter 9. 1–11.
Equihua, M. et al. 2020. Ecosystem antifragility: beyond integrity and resilience. PeerJ.
Wurtzebach, Z., Schultz, C. 2016. Measuring ecological integrity: history, practical applications, and research opportunities. BioScience 66: 446–57.
Reseña del autor

Miguel E. Equihua Zamora. Biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Cursó la Especialidad en Estadística Aplicada del IIMAS de la UNAM. La Maestría en Computación Aplicada a la Biología y Doctorado en Ecología, ambos por la Universidad de York, Inglaterra. Es Investigador Titular C en el Instituto de Ecología, AC (Inecol). Conformo y lidereo el proyecto CiberCiencia que dio acceso a literatura científica especializada en línea para los centros CONACyT, lo que impulso el Consorcio Nacional (CONRICyT: http://www.conricyt.mx/). Ecólogo orientado a la sustentabilidad y la modelación numérica de la relación sociedad naturaleza. Ha participado y coordinado 80 proyectos aplicados de evaluación ambiental tanto para Instituciones públicas como privadas, así como proyectos de investigación en ciencia básica.