
Por: Andrés Camou Guerrero
Andres.camou@enesmorelia.unam.mx. Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Morelia. Universidad Nacional Autónoma de México.
Hoy en día se reconoce ampliamente la estrecha relación que han tenido los diversos grupos humanos con los ecosistemas, la cual se traduce en múltiples interacciones desde las cuales se plantean las agendas de investigación en diversos campos de las ciencias ambientales. Uno de los motores que actualmente impulsa dichas agendas son los procesos de deterioro ambiental cada vez más y mejor documentados (Barnosky et al. 2014). Es en este sentido que existe una larga trayectoria de investigaciones en las cuales se re-valoran y re-significan experiencias particulares de sociedades humanas en interacción con sus ecosistemas circundantes, y desde donde se considera viable crear alternativas de solución al deterioro ambiental.
Un referente clave que actualmente impulsa la búsqueda de modelos sustentables de vida es el de la diversidad biocultural y el cual explica las complejas expresiones de la diversidad cultural y biológica como “mutuamente dependientes y geográficamente coexistentes” y este axioma biocultural como lo define Nietschmann (1992), nos permite establecer un postulado central de partida: “reconociendo la amplia gama de interacciones entre las comunidades rurales y los ecosistemas, la conservación de la biodiversidad en países como México no puede estar separada de su aprovechamiento”, y por ello los saberes ambientales locales pueden ser la base para la sustentabilidad socio-ecológica. Desarrollar investigaciones sobre la diversidad biocultural en el caso de México resulta trascendental hoy en día, no solo porque se ubica como el segundo país a nivel mundial de mayor riqueza biocultural, sino también por el valor intrínseco universal que esto representa y el potencial que tiene en la búsqueda de estrategias de adaptación y modelos de desarrollo.
A partir de la década de 1960 se ha observado un creciente interés a nivel mundial por entender las múltiples formas mediante las cuales las comunidades interactúan con los ambientes donde se desarrollan. En este sentido, se reconoce que en la mayor parte del mundo existen de manera paralela, diversas modalidades de relación con la naturaleza embebidas en los contextos culturales de los pueblos indígenas y campesinos. En dichos contextos se han logrado mantener y adaptar un cúmulo de saberes generados a partir de la relación directa con la naturaleza, mismos que están profundamente arraigados a referentes simbólicos y cognitivos particulares. Al respecto es necesario hacer notar que hay diversas formas mediante las cuales se les ha denominado a estos “otros saberes o sistemas de conocimiento” y que aquí son referidos como saberes ambientales locales (SAL). La connotación de “saber” se ajusta a la planteada por Berkes (2012) en el sentido de que se les reconoce “como un cuerpo acumulativo de conocimientos, prácticas y creencias que evolucionan mediante procesos adaptativos a través de las generaciones mediante transmisión cultural”; por otro lado se integra la noción de “ambiente” en la perspectiva de denotar un saber que integra tanto la dimensión socio-cultural como la biofísica y lo “local” remarca la condición de que cualquier forma de conocimiento es el resultado de una construcción social particular, históricamente contextualizada.
La relevancia de los SAL ha motivado numerosos estudios que documentan los patrones de aprovechamiento de los recursos naturales en comunidades indígenas y campesinas los cuales reconocen que estos saberes son fundamentales para lograr los objetivos de sustentabilidad bajo el supuesto de que dichas comunidades conforman sistemas socio-ecológicos de alta resiliencia. En estos sistemas, las estructuras sociales, de conocimiento y las prácticas tecnológicas convergen en un modelo de manejo integral de los ecosistemas que se ajusta continuamente a las condiciones cambiantes de la cultura y las condiciones biofísicas, que corresponde a lo que ha sido denominado manejo adaptativo. A partir de lo anterior se ha puesto de manifiesto que el saber-hacer indígena y campesino sobre la naturaleza desarrollado en un proceso histórico de larga duración, constituye un legado de enorme valor y un referente clave en el diseño de modelos alternativos de desarrollo, así como un elemento insustituible del Patrimonio Biocultural.
Referencias
- Barnosky, A. D., Brown, J. H., Daily, G. C., Dirzo, R., Ehrlich, A. H., Ehrlich, P. R., … & Wake, M. H. (2014). Introducing the scientific consensus on maintaining humanity’s life support systems in the 21st century: Information for policy makers. The Anthropocene Review, 1:78-109.
- Nietschmann, B. 1992. The interdependence of biological and cultural diversity. Occassional Paper No. 21.
- Berkes, F. 2012. Sacred ecology. Tercera Edición. Nueva York. Routledge.
Reseña del autor

Dr. Andrés Camou-Guerrero es profesor Asociado C de Tiempo Completo Definitivo en la ENES Unidad Morelia; Doctor en Ciencias por el IIES de la UNAM. Tiene una experiencia de 11 años impartiendo cursos de licenciatura y posgrado y ha dirigido 14 tesis de licenciatura y 3 de maestría. Además, actualmente dirige 6 tesis de licenciatura, 2 de maestría y 4 de doctorado. Es miembro fundador e investigador de la Red de Patrimonio Biocultural del CONACYT y presidente de la Asociación Etnobiológica Mexicana. Es tutor del posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad, Ciencias Biológicas y Geografía Ambiental de la UNAM. Actualmente es el responsable de la línea de investigación de Procesos Bioculturales en el Territorio del Laboratorio de Estudios Transdisciplinarios sobre el Ambiente de la ENES Unidad Morelia. Tiene experiencia de trabajo con organizaciones civiles y comunidades indígenas y campesinas del norte y centro occidente de México.